Generalmente se emplea, para hacer referencia a una situación en la que niños o jóvenes sin limitaciones intelectuales conocidas no logran superar los niveles de aprendizaje esperados para su edad dentro de una determinada cultura e institución educativa. Partimos, por lo tanto, de una realidad, el fracaso escolar que se debe a la interacción de múltiples factores y que sólo cabe considerar en términos relativos. Por supuesto entendemos que esa realidad puede ser modificada si se da la posibilidad de que la acción educativa que se ejerce sobre el niño, dentro del ambiente familiar y escolar, le aporte aquello que necesita para desbloquear su situación, para superar las dificultades que encuentra en la escuela. Partimos del convencimiento de que siempre será posible salir del "bosque" aunque no sea por el lugar que a veces obstinadamente perseguimos o en el tiempo que habíamos previsto, ya que, la maduracíón física y mental de los niños a lo largo de su desarrollo es de gran importancia para la educación, puesto que permite destacar en ellos periodos de diferente intensidad en la dinámica de ese continuo proceso madurativo. Cada niño presenta, dentro de ciertos límites, sus propios ritmos de maduración, ello nos debe llevar a considerar la posibilidad de que dentro del mismo grupo-clase se puedan presentar capacidades de aprendizaje diferenciadas entre alumnos por edades cronológicas, esas diferencias madurativas pueden ser el origen de unos iniciales problemas del aprendizaje que, de pasar inadvertidos, abren las puertas a un posible fracaso escolar.
La preocupación por el tema del fracaso escolar no es de nuestros días. Ya desde inicios del siglo pasado sabemos, que los responsables entonces de la Escuela Pública de París manifestaron ese mismo interés por conocer sus causas y cómo prevenirlas. Y ése fue precisamente el trabajo que le encargaron al psicólogo A. Binet. elaborar algún tipo de pruebas que permitieran detectar el porqué de las dificultades de aprendizaje que se observaban en algunos niños. Esta intención de ofrecer un diagnóstico pedagógico acabó transformándose después en algo tan distinto en su filosofía como fueron los llamados "test de inteligencia". Unas pruebas supuestamente valorativas de esa aptitud mental, aún aplicadas en nuestros dias para sobresalto a veces de muchos padres y desorientación de no pocos adolescentes que llegan a perder de vista el hecho de que no hay otra inteligencia a considerar que aquella que se cultiva con el esfuerzo.
La familia y la escuela: una colaboración indispensable
Para favorecer el desarrollo global del niño y su adaptación a la escuela, resulta de gran importancia que entre la familia y la escuela se de la comunicación más sincera, cooperativa y fluida posible.
El diálogo como antídoto para el fracaso escolar
Cuando a los niños, adolescentes y jóvenes se les ha enseñado a vivir en un clima de diálogo, sus problemas, sus dudas, sus frustraciones, dejan de tener el efecto paralizante que ocasiona la falta de comunicación o el temor a que se produzca y con ello, se anticipan las soluciones que permiten avanzar en el camino que cada escolar ha de construir a partir de su sentido de las cosas y de su personal esfuerzo. Contando con todo ello, la expresión "fracaso escolar" nos habla tan sólo de lo que puede ser mejorado por cuantos participan en la tarea de educar.
Fuente: Cómo prevenir el fracaso escolar, Josep Mª Asensio
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